... y entonces todo se fue a la mierda
En casi todas las especies de animales, el macho tiende a querer estar por encima de sus semejantes. El motivo no es otro que el de aparearse y llenar de vástagos suyos la faz de la tierra, y que allende los mares hayan seres de su misma especie con su misma cara. No seré yo quien diga que no es un motivo digno, si además sumamos a ese hecho que al procrear se está follando, mejor que mejor.
El problema viene cuando ese macho intenta demostrar que es mejor que el otro para realizar esa acción. Hay muchas ejemplos; desde los ciervos que se rompen los cuernos (literalmente) entre ellos, el pavo real que despliega su exuberante cola, los pájaros que bailan desplegando las alas alternativamente y muchos otros a cual más ridículo.
Como el ser humano no deja de ser un animal, para ser exactos el más rastrero de todos ellos, los hombres también tenemos que dejar claro que somos mejores que los que nos rodean, aunque ya hayamos olvidado el motivo real de ello. Nuestro instinto básico para establecer jerarquías siempre fue el de darnos de ostias. Ya desde pequeños lo aprendemos, pero como la civilización cada vez ve con peores ojos eso de zurrarse, y como nosotros tenemos el dudoso honor de ir evolucionando al mismo ritmo que el mundo cambia a nuestro alrededor (por paradójico que parezca) de un tiempo a está parte sustituimos ese feo comportamiento por otro no menos digno. En una extraña asociación donde queda de manifiesto que los hombres somos más estúpido de lo que sospechamos, creímos que el tener un pene grande era sinónimo de ser el jefe de la manada y por consiguiente, el macho dominante que tendría la prole más extensa. De ahí que llegamos a las dantescas escenas de los chavalillos midiéndonos la polla a escondidas en el cole, siendo los pichacortas el hazmereir de los demás y, supuestamente, el eslabón débil del grupo.
Este comportamiento nos acompaña por el resto de nuestras vidas, no nos engañemos. Ya no nos la medimos en la oficina (al menos la mayoría de nosotros) pero podemos diferenciar en el día a día a los que tienen complejo de dominante por tener el coche más grande o más hortero, el equipo de música con mejor sonido, la tele de plasma de más pulgadas o el perro más fuerte. ¿Alguien duda de que todas esas cosas no son más que una prolongación de nuestro pene?
Antes de continuar tenéis que mirar esta foto:
¿Que tiene que ver el Amiga 500 de mis amores con toda la parrafada que he soltado hasta ahora? Si lo piensas fríamente, poco, de hecho la introducción al post no iban a ser más de sesenta o setenta palabras, pero estoy aburrido y me ido un poco por las ramas sólo para dejar claro la fascinación que los hombres (y algunas mujeres) tenemos por el falo.
Pues bien, cuando yo era un chavalillo y me sentaba delante de mi amiga a destruir naves o matar gamberros, no había nada que me diera más placer que hacerlo con esto:
Pues bien, cuando yo era un chavalillo y me sentaba delante de mi amiga a destruir naves o matar gamberros, no había nada que me diera más placer que hacerlo con esto:
Muchos de vosotros no los habréis visto más que en fotos, pero yo en tenido a más de uno entre mis manos, notando sus crujidos cuando quería que el coche fuera más rápido, forzándolo al máximo consiguiendo que en poco tiempo el sensor de avanzar dejará de funcionar. Recuerdo con nostalgia cuando eso pasaba y como teníamos que buscar el punto exacto para que hiciera contacto pues no podíamos decirles a nuestros padres que habíamos roto otro joystick.
Recuerdo como, debido a que las ventosas de la base siempre se despegaban provocando que estrelláramos el joystick contra el monitor del ordenador, acabábamos con el mando entre las piernas, en una demostración más del inmenso poder fálico que el divino aparato despertaba en nosotros.
Y entonces empezó el cambio. Tal vez movidos por intereses ocultos, a saber: la iglesia, asociaciones de padres, asociaciones de madres escandalizadas por ver a sus hijos forzando algo muy parecido a una polla con total impunidad; convirtieron el mando del poder en una burda caricatura.
Y entonces empezó el cambio. Tal vez movidos por intereses ocultos, a saber: la iglesia, asociaciones de padres, asociaciones de madres escandalizadas por ver a sus hijos forzando algo muy parecido a una polla con total impunidad; convirtieron el mando del poder en una burda caricatura.
Pero la cosa no quedó ahí, todavía fueron más lejos, cercenaron de cuajo nuestro aparato y transformaron sus terminaciones nerviosas en simples botones, algo mucho más unisex.
Y entonces todo se fue a la mierda, la hegemonía que los hombres de mi generación siempre hemos tenido sobre los juegos de ordenador gracias a la repulsa que desde la más tierna infancia las mujeres sienten por el pene corre grave peligro gracias a la extinción del mítico joystick, ahora ya no podemos demostrar nuestros galones puesto que ellas son tan o más buenas que nosotros.
Y entonces nos quitaron el poder.
Y entonces nos quitaron el poder.